Patologías renales

Al hablar de enfermedad renal, nos referimos a todas aquellas patologías que afectan al funcionamiento normal de los riñones, provocando la disminución o pérdida de la funcionalidad renal y de la capacidad de filtración glomerular, afectando o no a su estructura.

La enfermedad renal tiene una elevada prevalencia en perros y gatos.  Son urgencias clínicas que representan un riesgo para la vida del paciente. Requieren de hospitalización y de la instauración de tratamiento y monitorización intensiva.

El sistema o aparato urinario está compuesto por:

  • Riñón.

                          Sistema urinario superior.

  • Uréter.

 

  • Vejiga urinaria.

                                  Sistema urinario inferior.

  • Uretra.

 

Existen diferentes causas que pueden afectar a la funcionalidad renal.

  • Infección urinaria.
  • Tóxicos.
  • Obstrucción renal / uretral.
  • Displasia renal, congénita.
  • Neoplasias.

Dependiendo a que área del tracto urinario afecten, las clasificaremos como:

  • Pre renales.
  • Intrínseca o renal.
  • Post renal.

 

Dependiendo del grado y la reversibilidad de la lesión, las patologías renal se clasifican como:

  • Daño renal aguda (AKI).

            Perdida rápida y significativa de la funcionalidad renal y de la capacidad de filtración glomerular.

            La causa subyacente es de progresión rápida o aguda, por los que los mecanismos compensatorios actúan para mantener una correcta funcionalidad renal y si la causa primaria se resuelve, el daño provocado será reversible.

  • Insuficiencia o enfermedad renal crónica (CKD).

            Perdida progresiva y persistente (> 3 meses) de la funcionalidad renal y de la capacidad de filtración glomerular.

            La causa subyacente es de progresión lenta o aguda, pero la causa subyacente no se resuelve a corto plazo, por los que los mecanismos compensatorios acaban provocando un daño estructural irreversible.

Un diagnóstico temprano puede resultar un factor pronóstico de la enfermedad y supervivencia del paciente,por lo que saber reconocer los signos clínicos e interpretar los resultados de las diferentes pruebas diagnósticas es de vital importancia para la estabilización del paciente.

En ocasiones los pacientes pueden presentarse antes de presentar signos clínicos, sobre todo ante la ingesta de tóxicos o cuando los propietarios ya tienen experiencia (fludt), pero en otras ocasiones los pacientes pueden presentar signos clínicos compatibles con azotemia o un síndrome urémico evidente. Entre los signos clínicos más característicos destacan:

  • Poliuria / Polidipsia.
  • Letargia.
  • Debilidad.
  • Anorexia.
  • Perdida de peso.
  • Deshidratación.
  • Mala condición física.
  • Úlceras bucales.

Para el diagnóstico de la enfermedad renal deberemos obtener una correcta anamnesis, obtener información acerca del estado de salud general de paciente, perdida de peso reciente, pérdida de apetito o aumento de la ingesta de agua y de la micción, si toma medicación o tiene acceso a tóxicos.

Una vez el paciente ha sido correctamente explorado se deben efectuar pruebas analíticas completas.

Los parámetros bioquímicos, urea (BUN) y creatinina, proporcionan información de la funcionalidad renal, así como los valores del SDMA (indicador de la funcionalidad renal, concretamente de la tasa de filtración glomerular). Los pacientes renales pueden tener alteraciones electrolíticas como hiper/hipokalemia,, hipernatremia, etc.

Antes de iniciar tratamiento con fluidoterapia debemos recoger una muestra de orina y realizar un urianálisis completo prestando atención a la densidad urinaria y descartar infección.

Otras pruebas diagnósticas complementarias serán:

Ecografía abdominal.

  • Radiografía abdominal.
  • Presión sanguínea.

Del mismo modo que el reconocimiento de los signos clínicos y un diagnóstico precoz es un factor pronóstico de la gravedad de la enfermedad y la supervivencia del paciente.

Un paciente con una nefropatía requiere de hospitalización para la instauración de un tratamiento con el fin de restablecer la funcionalidad renal y de una monitorización intensiva.

En el caso de que existan causas primarias que sean las causantes del daño renal, inicialmente habrá  que tratar esta causa primaria (obstrucciones, infección). Al mismo tiempo habrá que tratar los signos clínicos que presente el paciente, restablecer o mantener la normovolemia, mediante la instauración de fluidoterapia, administrar fármacos antieméticos para tratar vómitos y náuseas. O bien, fármacos analgésicos, estimulantes del apetito y antihipertensivos.

La hospitalización del paciente renal requiere de una monitorización intensiva.

Debemos realizar una monitorización seriada de las constantes vitales, prestando atención a cambios en la frecuencia y el patrón respiratorio, pueden ser indicativo de edema pulmonar por sobrehidaratación. Con frecuencia, el paciente renal tiene tendencia a padecer hipotermia, por lo que deberemos realizar controles y proporcionales fuentes de calor a aquellos pacientes que no sean capaz de mantener por sí mismos normotermia.

También monitorizaremos la presión arterial, sobre todo en aquellos pacientes que padezcan hipertensión, durante las exploraciones además vigilaremos signos compatibles con sangrado como, hífema ocular, signos neurológicos.

Además de monitorizar diariamente el peso del paciente y vigilar la aparición de edemas o secreción nasal como signos indicativos de sobrehidaratación.

Monitorización de electrolitos, prestar atención ante posibles signos de hipo/hiperkalemia, hipernatremia, etc, en pacientes con alteraciones electrolíticas muy marcadas deben realizarse electrocardiogramas para monitorizar arritmias cardíacas.

Entre los cuidados de enfermería no debemos olvidar la monitorización de la producción de orina. Valorar si el paciente orina y si la producción de orina es correcta es vital en pacientes con insuficiencia o daño renal. Para ello,  pesaremos los empapadores o areneros, todo y que lo ideal será la colocación de una sonda urinaria fija para realizar una correcta recolección de la orina y, por tanto, un valor de output más fiable.

Iniciar la alimentación lo antes posible. Si el paciente no inicia la ingesta voluntaria a las pocas horas del ingreso, la recomendación es la colocación de sondas de alimentación nasoesofágica o esofágica para garantizar el aporte calórico adecuado a nuestros pacientes. Evitar forzar comida, para no produciruna deglución desviada (sobre todo en aquellos pacientes con alteraciones del estado mental) y el aborrecimiento de la comida.

 

Servicio de hospitalización y cuidados intensivos del HVG.

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