Al menos una vez en la vida, todos hemos escuchado la frase “un gato es como un perro pequeño”. Pese a que a día de hoy ya hemos logrado importantes avances en cuanto a la comprensión del comportamiento y temperamento felinos, aún quedan resquicios de esa falsa creencia arraigados en la sociedad.
Sin embargo, todos los que hemos cuidado a un gato alguna vez tenemos claro que no: no son perros pequeños. Su forma de socializar, su forma de aprender, su forma de comunicarse… Todo es radicalmente distinto a como lo exhiben los perros.
Cada detalle cuenta para apreciar las diferencias, desde el significado de su parpadeo cuando nos miran hasta esa especie de “juego” que exhiben cuando cazan una presa, pasando por el movimiento de su cola, sus maullidos y hasta su propio proceso de domesticación en la historia, mucho más reciente que en el perro y con diferencias sustanciales respecto a éste.
Por ello, comprender realmente por qué son cómo son, es crucial para una correcta interacción entre ellos y nosotros.